martes, 22 de abril de 2014

HIP HOP EN EL ALTO DEL CIELO


Por: Christian J. Kanahuaty*

Si algo tiene el mundo de la música es su versatilidad. Su capacidad de hacer cosas con la magia de la lírica. Algo que estuvo oculto en las letras de los libros de historia de pronto es revelado por las palabras que se lanzan al aire envueltas en ritmo.

Para Los Racionais MC´s, de Sao Paulo-Brasil, así como para los argentinos de Cuarto Poeta y para los de Tinez, afincados en Costa Rica, el hip hop es la herramienta que denuncia la segregación económica y las maneras en que el capitalismo ha vulnerado los valores morales de la juventud. A veces, esta herramienta es usada junto con la religión, como en el caso de los brasileros, o con los lenguajes de la barriada, como ocurre en Argentina. Pero son muchas más las rutas de expresión hiphopera. 

Nacidos en la ciudad boliviana de El Alto, Ukamau y ké exploraron en sus líricas una vertiente más de la exclusión: el racismo.

Hacia finales del 2003, en Bolivia se expulsó a un presidente. Por más de un mes se paralizaron y bloquearon todas las carreteras de conexión interna y externa del país. Fue una suerte de guerra civil. Vecinos de la ciudad de El Alto y de otras ciudades del resto de Bolivia se enfrentaron al ejército demandando la no exportación del gas a precios simbólicos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Las Fuerzas Armadas defendieron el supuesto Estado de derecho y la permanencia en el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, pero el presidente puso su cargo a disposición del Congreso para que sea su Vicepresidente quien asumiera la primera magistratura, entre caras de frustración y escepticismo que rayó en cinismo. A las cinco de la tarde de ese 17 de octubre ese mismo presidente subiría a un helicóptero para llegar a Santa Cruz de la Sierra y, desde ahí, partir en un vuelo privado rumbo a Miami. En honor de su doble nacionalidad (boliviana y estadounidense) reclamaría asilo político a Washington.

Al día siguiente, las aguas volvieron a su curso y las reformas políticas empezaron a sucederse. Pero en las calles de la ciudad de El Alto algo había cambiado en serio. No en vano habían perdido durante ese mes de enfrentamientos a 60 personas y los heridos sumaban 500. Fue desde el barrio que se leyó la ciudad. No fueron los académicos ni los literatos quienes lo hicieron, aunque las novelas no tardarían en llegar, pero escritas por personas que habían vivido el conflicto frente al televisor… La ciudad y su dilema se convirtieron en versos hip-hop en lengua aymara, en la voz de Abraham Bohórquez. Luego, tras unas cuantas semanas, se tradujeron al español. Versos para sentir la raza y la fuerza de una ciudad que prefiere estar en alto que morir de rodillas.

Abraham murió hace unos años en circunstancias aún desconocidas, y ha nacido, por supuesto, el mito. Las razones del fuego han sido muchas: sus líricas en Ukamau y ké, su trayectoria como comunicador y gestor cultural, la capacidad para pasar de la arena de la música a los debates políticos y académicos. Decía lo que tenía que decir frente a intelectuales de la talla del mismo Vicepresidente de la República, Álvaro García Linera, quien ahora se rodea de la intelectualidad europea para decir su propia verdad. Para mostrar que un marxista-leninista también puede creer en el Estado y renunciar a lo que fue (un guerrillero que luchó contra la dictadura y los primeros gobiernos neoliberales), para iniciar proyectos extractivistas que necesitan de intervención militar para desalojar a los pueblos indígenas que se reconocen como dueños del territorio… Bohórquez estaba ahí, interpelaba y promovía la articulación de fuerzas de resistencia.


El camino a la política estaba marcado por su voz, pero se quedó trunco cuando murió el cuerpo. Será entonces su otra voz, la del freestyle que hace rimas, la que funde una nueva forma de entender la música en Bolivia. Las bandas de rock han sido siempre intimistas, las bandas de blues son una suerte de tributo de lo que sucede en Argentina, México o Estados Unidos y las bandas de folclor rondan entre lo comercial y el culto insufrible por lo autóctono como mercancía.

Cantar hip-hop a 4100 metros sobre el nivel del mar es una cuestión de honor. Se corre un gran riesgo que se siente en los pulmones, pero la sensación de que con cada grito, con cada palabra, se arma una nueva constelación es insuperable. La realidad no está abajo, se construye en el firmamento y es desde ahí que se puede observar mejor la oscuridad de las certezas de un hombre que ha dejado de sentir.

Ukamau y ké hablaba de todas esas cosas que importaban a las vendedoras de comida en la calle, a los lustrabotas, a los choferes de los camiones, a los adolescentes que iban al colegio, pero que al regreso, tenían que recoger a su padre totalmente embriagado de la cantina de la esquina. También te hablaba como hermano, como prójimo, como universitario que luego de terminar los cinco años reglamentarios no tendría trabajo. Te cantaba como a ese hermano que para evitar la burla familiar se dejaría sobreexplotar en un empleo odioso, pero que no tendría más remedio que soportar. Hablaba de las cosas que uno pensaba y no las decía sino solamente en la intimidad, con los amigos que no se volverían a ver tras ingresar a los espacios laborales.

Bolivia es un  país que ha luchado contra el racismo desde diversas trincheras. No obstante, todo ello no ha derivado en un “ser” capaz de aglutinar la identidad nacional. Bolivia no es México ni Estados Unidos. Somos, desde la década de los cincuenta, un pintoresco supermercado donde los países que se sienten dueños del mundo compran a precios de regalo todo lo que necesitan.

En Bolivia, el subdesarrollo, el empobrecimiento y la segregación han adquirido otro matiz: la baja autoestima marca el signo de todo lo que hacemos, soñamos y amamos. Somos un país culpable (hemos perdido todas las guerras en las que nos hemos visto involucrados. Teniendo todo, no tenemos nada), deliramos a causa de nuestro fatalismo geográfico (no tenemos salida al mar, estamos rodeados de montañas y cordilleras) y nuestras maneras de relacionarnos con el prójimo están teñidas de darwinismo social (cada boliviano que sienta que tiene una célula de “hombre blanco” más que el que está a su lado, se siente superior); cada región es un país, cada lengua es una barrera y cada casa es una patria. Se desconoce a los vecinos. Se los evita y se piensa que a los indígenas y a los campesinos hay que eliminar, explotarlos como a bestias de carga. Y si bien esto ha cambiado en gran medida desde que tenemos un presidente indígena, en lo cotidiano las huellas del racismo no se han borrado de las conductas de los hombres.

Ukamau y ké era una ruptura estética. Una forma sónica donde los golpes eran más fuertes que puñetes de un desconocido bajo la lluvia. Te hacía sentir que el mundo podía mejorar, que uno de verdad podía construir algo más grande que uno mismo y que valía la pena soñar. Era una sensación epidérmica, eléctrica. Te hacía levitar y pensar al mismo tiempo.

El fuego siempre estaría encendido. El fuego siempre generaría más hogueras. La Paz-El Alto, Cochabamba, Santa Cruz, siempre arderían y en ese fulgurante ambiente sabríamos, a través del hip-hop de las alturas, que el futuro no nos pertenecería nunca, pero que tendríamos siempre, siempre, un mañana.

*Christian Jiménez Kanahuaty (Cochabamba, 1982). Con la editorial Correveidile publicó las novelas Invierno (2010) y Te odio (2011). En poesía ha sido antologado en: Cambio Climático, panorama de la joven poesía boliviana (Bolivia), Changement d’ambiance panorama de la jeune poésie bolivienne. (Ginebra, Suiza), Tea Party I (Cinosargo, Chile), Traductores del silencio (Perú). En crónica, aparece en Bolivia a toda costa, crónicas de un país de ficción (Bolivia). En cuentos consta en Intravenosa número 14 (Argentina).

martes, 15 de abril de 2014

PELÍCULA ALTEÑA: CUANDO LAS FLORES HABLAN


CINE    La película se basa en ocho testimonios de mujeres de El Alto víctimas de este mal social

La película forma parte de una serie de estrategias para reflexionar sobre las consecuencias de la violencia dentro la familia. 

Fernando Peredo e Inés Copa son los protagonistas, y Henry Contreras, el director. 

El estreno del filme está proyectado para la última semana de este mes.

La capacidad del cine de ser un medio de denuncia y reflexión es utilizada por Henry Contreras en su nueva película Cuando las flores hablan.

El filme muestra casos reales de violencia intrafamiliar y las consecuencias de estos abusos, y como éstas repercuten en el círculo familiar y afectan a todos sus miembros.

Contreras explicó que el objetivo de esta producción, de casi una hora de duración, es interpelar y reflexionar sobre este mal social a través de una historia elaborada a partir de ocho testimonios de mujeres alteñas víctimas de violencia. De esa forma, el filme refleja casos reales a través de una ficción. 

La película es fruto de una investigación y un proyecto del Consejo de Salud Rural Andino y la organización Child Fund. Mabel Panoso, miembro del Consejo, explicó que la institución trabaja con programas de salud a nivel familiar, y que tras una investigación en El Alto se identificó un alto índice de casos de violencia intrafamiliar, lo que motivó a realizar materiales para generar reflexión sobre esta temática. Panoso recalcó que a un aspecto al que se le dio mucha importancia en esta producción fue el mostrar las consecuencias de la violencia y la multiplicación de sus daños en el círculo familiar. 

En ese sentido, la película forma parte de una estrategia de educación en colegios y comunidades, pues también se realizó una guía metodológica y una fotonovela.

El filme está protagonizado por Inés Copa y Fernando Peredo, quienes trabajan junto a un elenco de 16 personas. Copa indicó que La película habla de “romper el silencio, algo que muchas veces llega muy tarde”. reconoció que fue complicado el adoptar el rol de víctima de violencia y asumir esa realidad tan cruda. 

Explicó que el nombre de la película se basa en un juego de palabras, pues su personaje se llama Flor, la hija es Margarita y la amiga es Rosa, haciendo la referencia a las mujeres como flores. Puntualizó que el filme hace hincapié en las repercusiones de la violencia intrafamiliar en los hijos, convirtiéndolos también en víctimas del maltrato de pareja.

El filme fue musicalizado por Saúl Callejas y cuenta con composiciones del dúo Negro y Blanco, N Coma y Mc Grafo. El guión pertenece a Fernando Peredo y Henry Contreras.

El filme será estrenado la última semana de abril y está pendiente la confirmación de la sala de exhibición.

DENUNCIA

Con la película se busca que las víctimas de violencia intrafamiliar rompan el silencio y denuncien el maltrato.

Fuente: Cambiio, La Paz, 14-04-2014

viernes, 4 de abril de 2014

EL ACTOR ALTEÑO JUAN CARLOS ADUVIRI
PROTAGONIZA EL FILME “BOLISHOPPING”


Pantalla Pinamar 2014 fue la ocasión idónea para presentar esta producción argentina protagonizada por Arturo Goetz, Olivia Torres y el actor boliviano Juan Carlos Aduviri, muy conocido por su papel en “También la lluvía” de la española Icíar Bollaín. A través de la ficción, esta historia titulada “Bolishopping” denuncia el precario trabajo de inmigrantes bolivianos en talleres textiles de la Argentina en un régimen que en la práctica es de esclavitud. Surgida en base a una combinación de testimonios auténticos que conformaron el guión, la película está dirigida por Pablo Stigliani.

Marcos (Goetz) es un empresario clandestino de ropa que utiliza a inmigrantes procedentes de Bolivia para confeccionar tejidos que luego llevarán grandes marcas. La llegada de dos nuevos trabajadores pondrá a prueba esa relativa tranquilidad con la que opera. Juan Carlos Aduviri, actor con grandes proyectos de futuro, incluso en el terreno de la realización, nos concedió una entrevista simultánea para Cinestel y para otro medio acreditado en Pantalla Pinamar, que reproducimos:

- ¿Cuál es el grado de conocimiento que tiene la población boliviana de los problemas que representáis en “Bolishopping”?

El tema del trabajo esclavo en Argentina y en Brasil es totalmente conocido allí. Hay mucha gente que tiene familiares o estuvo trabajando tiempo en estos lugares y regresó. Son conscientes de eso pero, a pesar de todo, están resignados a ello, a ese tipo de trabajo, porque aun conociendo esas condiciones, la gente va a uno y otro país buscando mejores días.

La economía en Bolivia ha mejorado bastante en estos últimos cinco años. Ya de a poco, las posibilidades dentro del país son más importantes y la gente va entrando más en conciencia al reconocer que las condiciones eran muy malas. La película se trabajó a través de una investigación iniciada en el año 2008 y de ahí hasta la fecha, sabemos que se ha mejorado. Por parte de ambos gobiernos, argentino y boliviano, ha habido esfuerzos para mejorar estas condiciones.

Yo me encontré con muchos bolivianos acá en la Argentina en el sentido de investigar el personaje que iba a interpretar, y me contaban que sí habían mejorado bastante esas condiciones. Es cierto que hay problemas, pero una cosa singular y particular que me llamó la atención es que hay lugares de trabajo esclavo que son operados por los mismos bolivianos que emplean, como el personaje de Arturo Goetz, toda una serie de herramientas para atraer a los inmigrantes de Bolivia hacia Argentina y explotar a su propia gente. Me comentaban que la mayor explotación que se da en estos momentos es por los mismos bolivianos y es por donde hay que empezar a trabajar para solucionarlo.

- Pasaste por Pinamar con “También la lluvia” dos años atrás. A partir de entonces, “Bolishopping” es la última película que has podido rodar pero, ¿participaste en otras?

Después del filme de Icíar Bollaín tuve también la gran oportunidad de trabajar directamente con Nicholas Greene, que es un director inglés que estuvo haciendo su tesis en Bolivia para su escuela de cine en Nueva York, en un corto rodado en mi país que se llama “Salar”, que trata sobre un minero que trabaja en el Salar de Uyuni y que es un racista porque ve a gente extranjera de piel blanca e inmediatamente considera que son ladrones o explotadores. Nos gustó mucho ese personaje y el cortometraje quedó muy bien, hizo festivales por todo el mundo, ganamos un montón de premios y estuvimos muy cerca de salir nominados al Oscar en la categoría de mejor cortometraje, pero quedamos en el camino.

Luego de eso, hice un pequeño corto con Rodrigo Bellot, uno de los mejores directores bolivianos, un gran cineasta latinoamericano, y a continuación de eso hicimos “Bolishopping”. No hice más, porque como mencionaba en la conferencia de prensa aquí en Pinamar, no soy muy atractivo en el mercado boliviano y eso es muy peculiar porque yo siempre he peleado por ser un realizador más que un actor. Me he preparado mucho tiempo. Entonces, busco ser conocido más como director de cine.

De pronto, ese esquema de situación tiene que ver un poco con lo egos, que allá en Bolivia pegan muy fuerte en el medio cinematográfico y a los compañeros realizadores les molesta que tú quieras incursionar en esa faceta profesional. Es difícil para mí describir esa situación. Afuera, en cambio, el realizador extranjero tiene otra visión distinta, no quiero decir que mejor, distinta solamente, pero funciona mejor ahí afuera.

- Has mencionado en Pantalla Pinamar que tienes dos proyectos fílmicos. ¿Puedes adelantarnos de qué tratan?

Yo he venido trabajando, como ven, en películas de temáticas muy sociales, incluso en los cortometrajes en los que intervine, y en Bolivia se está haciendo un tipo de cine muy extremo. Están los realizadores que piensan que con ese tipo de largometraje van a inventar algo nuevo en cine y hacen una locura que otra; y están los otros directores que piensan que necesitan tener dinero para poder hacer cosas como chicanerías y obras muy populacheras, y entre medio, un par de cineastas bolivianos muy buenos que están haciendo unas películas muy equilibradas.

Yo creo que el cine boliviano necesita espectacularidad, dinamismo y una nueva alternativa. En mi caso, estoy trabajando con dos géneros muy comerciales, uno es un largometraje de zombies, pero lo que estamos haciendo con el guión es que, a través de esta historia, tratar de denunciar otras cosas a partir de ello en ese cine que siempre habla de los cataclismos y del fin del mundo. Ese guión, que ha sido trabajado durante varios años, habla de cómo todo lo que hacemos nos está llevando a eso. Somos una sociedad que cada vez se degenera más y que atenta contra su medio ambiente. Eso va a llevar a ese cataclismo. Entonces, estamos buscando hacer una película muy entretenida, muy dinámica, con un profundo mensaje. Una denuncia a nuestra sociedad humana.

- ¿El trasfondo sería boliviano? ¿Tendría alguna crítica política?

No estoy yendo mucho por la política sino más bien por la conciencia de estar atentando contra nuestro propio medio de vida que es la naturaleza. En el otro proyecto sí que estamos entrando ya un poco en temas políticos, en el tema del narcotráfico que es muy fuerte en Bolivia. Hay una cultura de a poco del narcotráfico, hay quien tiene muchas ganancias económicas con ese tema y el gobierno está claro que está haciendo esfuerzos muy grandes por acabar con eso, pero el problema sigue y continúa. El filme va en esa dirección y en la de los crímenes que hay relacionados con ello.

Igualmente quiero que sea muy dinámico y una cosa que veo en Bolivia es que no estamos trabajando mucho con los actores, no estamos dando oportunidad a nuevos intérpretes y no hay escuelas de actuación para cine.

- ¿Tú cómo te instruiste actoralmente?

Yo desde que soy muy niño veo muchas películas, siempre soñé ser director y como veía películas de fuera y bolivianas, me di cuenta de que habían muchas deficiencias en la actuación dentro del cine boliviano, entonces es como yo empecé a querer entender cómo un buen actor alcanza a ser un buen actor y a partir de ahí empecé a ver y teorizar mucho, a anotar bastante, apuntes, ver por qué se mueven, y ésa termina siendo mi escuela de actuación: ver mucho y desarrollar toda una teoría de cómo debería ser un actor. Cuando se me dio la oportunidad de en “También la lluvia” actuar, simplemente puse en práctica todo lo aprendido. Soy totalmente autodidacta y a partir de ahí he desarrollado un sistema para enseñar actuación de cine. Este año he pensado hacer dos talleres grandes allá en Bolivia, tratando de impulsar a esos talentos que tenemos muchos en el país, y poderlos capacitar.

Fuente: Cinestel, José Luis García, 24/03/2014