miércoles, 17 de octubre de 2012


MUSEO ANTONIO PAREDES CANDIA


Crónica de Víctor Montoya

A poco de estar viviendo en El Alto, una entrañable compañera me comentó que muy cerquita del Mercado Satélite estaba el museo que lleva el nombre de don Antonio Paredes Candia, el escritor paceño que se alteñizó por voluntad propia. No dejé pasar mucho tiempo y, por pura curiosidad, tuve ganas de conocer el lugar donde construyeron el edificio. Así es como una mañana, tras recorrer por un laberinto de calles, bajo un sol que no calienta sino que quema en estas alturas de la cordillera andina, me topé con un mirador de fachada rosada y un frontis de color violeta en el cual se leía: “Museo de Arte Antonio Paredes Candia”. Era el mismo edificio que andaba buscando.

A unos pasos de la entrada principal se erige el monumento al escritor y al lado está la tumba que él mismo eligió. No es para menos, ya que don Antonio Paredes Candia, después de pelearse casi diez años con los burócratas de la municipalidad, buscando un terrero para edificar su anhelado museo, encontró, con la ayuda de su sobrino que por entonces fungía como burgomaestre, un terreno para ver realizada la obra de su vida: construir el primer museo en El Alto, justo en el mismo lugar donde antes estaba el estanque de agua. No se equivocó, pues el edificio está en medio de una población en permanente renovación, con gente joven y rebelde, que quiere que el museo dignifiqué la cultura que siempre se mereció esta ciudad.

Don Antonio Paredes Candia, con todos los “peros” impuestos por sus detractores, dejó su legado no sólo en el museo, sino también en la ciudad, donde puso el nombre de héroes e ilustres personalidades a las calles y avenidas. Tampoco está por demás decir que fue enemigo declarado de los individuos que, ostentando su embestidura de autoridades, cometían atropellos indignos contra los más indefensos del pueblo. Asimismo, odiaba a los gobernantes que se aprovechaban de los recursos naturales de su “infortunada patria” para amasar fortunas, como lo hizo Gonzalo Sánchez de Lozada, quien, además, tuvo la osadía de ensangrentar al pueblo alteño, antes de huir de las manos de una turba enfurecida dispuesta a lincharlo y colocarlo en la picota del escarnio.

Cabe recordar que el afamado escritor paceño fue vecino de Villa Ingenio por más de quince años y que participó en todas las actividades de su zona, donde vertieron su sangre el mayor número de víctimas de la Guerra del Gas, en ese “Octubre Negro” del 2003, que se tornó más negro todavía por el sollozo de una población herida y conmocionada. Fue en esa ocasión en la que don Antonio Paredes Candia, con la experiencia y valentía que lo caracterizaban, no dejó de fustigar a los rebeldes ni dudó en calificar de ¡asesino! al mandatario de la nación, en medio de voces eufóricas y aplausos de una muchedumbre dispuesta a defender los recursos naturales al son del grito de guerra: ¡El Alto de pie, nunca de rodillas! 

En este museo, aún poco visitado y conocido por propios y extraños, se levantaron los cimientos de un mirador circular desde el cual se divisa una parte de La Hoyada, con sus edificios y cumbres nevadas bajo el límpido sol del altiplano. No cabe duda que, con una torre más alta y un magnífico telescopio, podría también contemplarse toda la ciudad de El Alto, que se extiende a lo largo y ancho de la meseta como un aguayo de múltiples colores.

Aunque don Antonio Paredes Candia no era alteño de nacimiento, como los millares de pobladores que habitan en esta urbe, se sentía un alteño de corazón y lo dio todo por esta ciudad, incluso sus reliquias personales, como su abrigo, sombrero, chalina, bastón y hasta su poncho de vicuña, que lucen en la sala que él ocupó en los últimos años de su vida. Todo hace pensar que este escritor de bastón y colita plateada, presintiendo el ocaso de su existencia, preparó todos los detalles de su entierro, disponiendo que sus bienes -valuado actualmente en medio millón de dólares y consistentes en una colección de más de 500 obras de arte, entre pinturas, esculturas, pieza de cerámica y su biblioteca particular con más de once mil libros- pasen a depender del museo y que sus restos, en cumplimiento de su propio deseo, sean enterrados en el patio de la entrada principal, a manera de custodio permanente, para que los visitantes sepan que allí estuvo y pisó fuerte uno de los mejores compiladores de las costumbres y tradiciones bolivianas.

El museo, que fue inaugurado el 29 de mayo de 2002, es dependiente del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto y el primer patrimonio cultural de la ciudad. Ahora sólo falta que se convierta en un espacio más dinámico, con una biblioteca considerable y un predio al cual deben acudir los niños, jóvenes y adultos, para apreciar los cuadros, leer las obras literarias y constatar que, a veces, un granito de arena puede llegar a ser una espléndida montaña, como le hubiera gustado a don Antonio Paredes Candia, quien fue un amante desmedido de la lectura y el arte desde su infancia.

En la planta baja del museo se encuentra la sala de artes gráficas y acuarela denominada “Wálter Solón Romero”, la misma que posé 11 obras de arte en exposición y una vitrina de Arte Sacro en la cual se exhiben pinturas coloniales y esculturas. En esta misma planta se encuentra instalada la sala de pinturas “Antonio Llanque Huanca”, con obras de artistas nacionales e internacionales, y, como corolario, aquí mismo se encuentra la sala “Antonio Paredes Candia”, donde pueden apreciarse las ediciones de los libros que escribió a lo largo de su vida y, lo que parece un hecho insólito, donde están algunas de sus prendas de vestir, las condecoraciones que recibió y su escritorio.

En el segundo y tercer nivel se encuentra la sala de arqueología “Carlos Ponce Sanginés”, en la que se exponen 161 piezas arqueológicas entre metales y líticos. Asimismo, se encuentran tres figuras del Ekeko, con su vestimenta de los años 1890, 1900 y 1945. Desde este nivel, es cuestión de subir unas gradas para ingresar en la sala de escultura denominada “Víctor Zapana Serna”. Aquí se encuentran las esculturas realizadas en diferentes materiales, como piedra, mármol, madera, bronce y cerámica; obras de grandes maestros como Víctor Zapana Serna, Marina Nuñez del Prado, Fausto Aoiz, Agustín Callisaya, Emiliano Luján, Gil Imaná, Gonzalo Condarco, Alfredo La Placa. Gíldaro Antezana, Mario Conde, Roberto Mamani Mamani, Ricardo Pérez Alcalá, Alfredo Saiquita, Efraín Ortuño, Fernando Montes y Alejandro Sanz, entre otros.

Ya dije que el museo está ubicado en el corazón de la zona de Ciudad Satélite. No sé si esto es suficiente para que sea visitado por la gente, pero tengo la sensación de que ya constituye un monumento a la cultura en esta urbe de aguerridos luchadores. De modo que don Antonio Paredes Candia puede descansar tranquilo, porque si bien no hizo realidad su sueño de cambiar el nombre de El Alto por el nombre del caudillo indígena Túpac Katari, al menos dejó bien plantando un museo que es el orgullo de los alteños y en el cual él depositó todo su amor y sabiduría.

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